Hace 3 años.
sábado, 13 de diciembre de 2008
[...] No, yo estoy persuadido de que no se ha quitado la vida. Vive todavía; por cualquier parte va subiendo y bajando, sobre sus piernas cansadas, las escaleras de casas extrañas; en cualquier parte está mirando fijamente suelos relucientes de parquet y araucarias pulcramente cuidadas; pasa los días en las bibliotecas y las noches en los colmados, o está tendido sobre un sofá alquilado; desde sus ventanas oye vivir al mundo y a los hombres y se sabe excluido, pero no se mata, pues un resto de fe le dice que tiene que apurar hasta el fin dentro de su corazón este sufrimiento, este tremendo sufrimiento, que es de lo que, a la postre, habrá de morir. Yo pienso con frecuencia en él; no me ha hecho la vida más fácil, no tuvo el don de aportar y fomentar en mí lo fuerte y alegre, ¡oh, al contrario! Pero yo no soy él, y yo no llevo su clase de vida, sino la mía: una vida minúscula y burguesa, pero asegurada y llena de deberes. Y de este modo podemos pensar en él con calma y amistad yo y mi tía, la cual sabría de contar de él más que yo; pero eso queda guardado en su corazón bondadoso [...]
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corazón de tijeras


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