prehistoria personal de la sexualidad
1.
estábamos en una casa enorme y fría, de paredes de ladrillo, en la costa de
buenos aires, no lejos del mar. yo dormía en un cuartito pequeño en el primer
piso, hasta donde se subía por una escalera empinada y angosta. al lado mío
dormía mi hermano. esos días convivimos con una amiga de mi madre y su hijo.
todos juntos. él durmió arriba con nosotros. una tarde, mi madre, su amiga y mi
hermano, después del almuerzo, se fueron a la playa. nosotros nos quedamos. no
sé por qué. sí me acuerdo de sábanas frías de frío costero y algo del olor a
sal. y de su cuerpo caliente, girando, torpe y sin querer, por encima del mío, jugando
con mis brazos, aplastándolos un poco. sus manos sintiendo mi pecho, como con
inocencia, y sus labios, secos, en toda mi cara.
no sé si me sentía cómoda, no sé si me sentía incómoda, si
me quise ir o ver qué pasaba. tendría nueve o diez años. él, quince, supongo.
tal vez por eso ahora no me saluda. a mí no me importa, aunque me lo pregunto.
2. crecí sintiendo que
tenía algún tipo de particularidad sexual digna de esconderse, como si fuera la
única que se conocía a sí misma o que sentía inquietud y deseo. tal vez porque
no se hablaba. porque no se habla.
en cuarto o quinto grado me veía mucho con dos amigos, W y
J.
estábamos los tres en la habitación, esperando a que mis
padres se acostaran y pensando con qué tapar la puerta para jugar a la
botellita en paz. pensamos que un oso enorme de guata podía funcionar.
nos dispusimos en el suelo, en la alfombra, en triángulo,
enfrentados. nos gustaba trasnochar. pusimos una boligoma en el centro de la
alfombra y la hicimos girar. se trababa, se iba para cualquier lado, pero con
un poco de ganas el juego funcionaba. nos acercamos entre nosotros porque las
primeras vueltas la boligoma se detuvo apuntando hacia lugares vacíos. me
sentía un poco nerviosa, un poco avergonzada, un poco emocionada, y un poco
caliente. J siempre me ponía un poco nerviosa porque teníamos historias. sentía
que era como mi oportunidad para crecer con alguien, conocer todo lo que me
intrigaba. mi único amigo varón. gracioso: con W sentía que era todo más
natural.
yo tenía unos almohadones alargados, cilíndricos. todavía
los tengo. después de unas rondas de piquitos, decidimos pasar a algo más
emocionante. W se acostó en mi cama y entre nosotras pusimos uno de los
almohadones. nos frotamos, nos dimos unos besos. creo que a J le dijimos que no
mirara. las categorías del juego eran beso, beso con lengua, chupón, transe, y
chupón con manoseo. creo que si no acabé, estuve cerca.
después agregamos la categoría meterse en el armario. puedo
sentir el gusto de la saliva de J y la sensación de pervertir por completo la
cercanía familiar que nos unía. la oscuridad del armario, la línea de luz que
dejábamos entrar porque nos daba miedo. mi propuesta: querés... ¿querés
probar?
y su respuesta: ¿probar qué? ¿en serio lo decís?
y una charla algún tiempo más adelante: che, esa
vez, ¿lo decías en serio o era en joda?
ay boludo… obvio que en joda.
3. algún día no lejos de
aquellos, sexto grado o algo así, con C acostada en un colchón al lado de mi
cama, antes de dormirnos. mi amiga más linda y más desquiciada. estaba
semidormida cuando escuché:
- vos te pajeás?
- qué sé yo... a veces. poco, alguna vez. más o menos. por
afuera. ¿por? ¿vos?
- sí, a veces. ¿y en qué pensás? D me contó una vez que él
lo hace un montón y que piensa en minas que ve en la calle, o se imagina cosas,
o mira en la tele.
- sí, yo también, supongo, no sé, lo mismo. ¿y vos?
- sí... alguna vez con los sims.
…
- qué bueno que nos contemos esto. nunca lo había charlado
- sí, es que nadie lo habla.
4. hace mucho más tiempo
atrás, con M, mi mejor amigo de sala de tres, o sala "los
cocodrilos". vivía a cuatro cuadras de mi casa. su pelo era naranja
zanahoria y se peleaba todo el tiempo con los maestros. me gustaba.
el aire en mi casa como tantas tardes de fines de año era
tibio y tranquilo, mis hermanos estaban en la escuela y mis padres, trabajando.
E. limpiaba la cocina. era nuestro momento. estábamos mirando toy story, con
las cortinas corridas y a oscuras, pero nos aburrimos. nos metimos en el baño,
blanco de la luz, como adentro de una nube. "mostrame el pito", creo
que ordené, sin mucho preámbulo. era una cuestíón de curiosidad científica,
impostergable. no sabía cómo era y había que conocer el mundo, mientras antes y
más, mejor. sentía la adrenalina latiéndome en el pecho.
sólo si vos me mostrás, recibí por respuesta, un
contraataque que no me esperaba y que me gustó tanto como me asustó. pero la
curiosidad mató al pudor: bueno, una fugaz bajada de su pantalón y
antes de que lo pueda volver a subir me apuré: ¿puedo tocar?
claro: sólo si yo puedo, contestó.
claro: sólo si yo puedo, contestó.
negarme era dejarme ganar, pero el miedo de que alguien nos
encuentre en esa situación y el vértigo ante el nuevo mundo que se abría ante
mí fue demasiado. abajo y arriba mis pantalones en un movimiento casi
imperceptible.
-hiciste trampa.
-vamos.
5. nunca me divirtió
demasiado jugar con muñecas.
sentía que me faltaba algo de feedback, me agotaba un poco
inventarle todo a todos y jugar sola.
pero en lo de B tenían muchas y muy lindas, y sobre todo
tantos accesorios que no hacía falta inventar nada.
cuando iba a su casa sí jugábamos.
a eso y a maquillar barbies en un juego de la computadora.
una vez representamos una historia de infidelidades. una de
las muñecas y el novio de la otra estaban apretando sobre un sillón, los
movíamos y los hacíamos besarse.
después de un rato de jugar y repetir algunas veces la
escena, escupí, pensando que no iba a encontrar respuestas:
- ¿no sentís como algo raro cuando se besan? ...¿como un
escalofrío?
- sí, como una electricidad en la concha.
todavía somos muy amigas.
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