jueves, 18 de octubre de 2007

Y mientras tanto, el sol se muere (y no parece importarnos).

Cerca de la avenida el cielo se está dejando invadir por la magia del ocaso. Ahí mismo, cerca, la gente atareada no interrumpe el paso de sus incesantes pies encarcelados en zapatos minuciosamente lustrados. Ellos no se detienen por nimiedades.
Lejos, muy lejos, cae el sol.

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corazón de tijeras

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