domingo, 17 de abril de 2016

literatura: no digo que tenga que ser verdad. digo que tengo que creerte.

siempre al borde, al lìmite de la explosión tengo que escribir. en el clímax de la acumulación hormonal, justo justito pre menstruación, cuando ya no da para más, no cabe más potencia ni materia en este cuerpo débil, expuesto, tímido, exhibido de piernas y oídos abiertos al destino.

hoy se sentó al lado mío en el colectivo un policía. sentí, durante todo el viaje, el frío de su pistola rozando mi muslo izquierdo. siguiendo las vibraciones de las curvas, del empedrado.
no era algo a lo que hubiera elegido exponerme durante ese viaje, de poder optar. quise tomar su arma y matarlo. la escritura, en mí, como la lectura en bovary (?) toma el espacio de la experiencia no vivida: por miedo, por cobardía, por hastío, porque sí.
porque escribirlo, si lo hacemos bien, podría ser más extremo. pero elijo ni una cosa ni la otra. el camino de la amnesia, de la petrificación. hay demasiada información en el mundo. hoy elijo la nada. quizás mañana despierte y quiera hablar. por ahora, entre ciento doce mil millones de kilos de carne humana esperando la putrefacción o la reencarnación -según la suerte de su fe-, sobro. no puedo negarme humana, negar mi carne (hacerme doler sería asegurarlo): puedo, sí, callarme. aunque haya creído todo este tiempo que hasta las últimas consecuencias había que hablar, y sobre todo hablar nuevo; hoy siento que todos hablamos demasiado.

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corazón de tijeras

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